Las relaciones de pareja normalmente comienzan con una etapa de “amor romántico” donde los sentimientos de ambos miembros de la pareja son muy intensos y apasionados, el deseo de estar con el otro se vuelve lo prioritario y se relegan otros intereses a un segundo plano. Es un estado de embelesamiento donde apenas se perciben problemas, se niegan las diferencias y se potencia lo positivo, se confía en que el “amor lo puede todo” y que los problemas se solucionaran solo en base a la fuerza de este sentimiento… Este momento, si bien es necesario para que se “funde” la pareja, está más basado en la “idealización” que hemos hecho del “otro” que en un conocimiento real y verdadero sobre el mismo, ya que este solo se producirá con el tiempo, a medida que la relación avance y se vayan viviendo diferentes situaciones vitales que nos permitan conocer al otro en todas sus dimensiones y con sus imperfecciones… Es por ello que nos encontramos algunas parejas que, en un primer momento, comienzan la relación con mucha intensidad, con una fuerte atracción sexual, pero luego cuando los miembros de la pareja se van conociendo más en profundidad no se entienden ni complementan, son incapaces de comunicarse o dialogar y mucho menos de solventar los problemas, en cuyo caso la relación pasará a ser totalmente disfuncional y/o en el mejor de los casos se termina…
La duración de esta etapa del “amor romántico” es variable según cada caso, pero antes o después dejará paso a una segundo estadio que podríamos denominar de “amor maduro” donde los sentimientos pasan a ser más calmados pero a la vez más auténticos, desde el punto de vista de que están basados ya en un conocimiento más real y profundo sobre el otro… Si las cosas van bien la pareja habrá alcanzado un alto grado de intimidad y complicidad entre si, que permite a ambos miembros sentirse en un vínculo seguro para satisfacer las necesidades afectivas, sexuales y de reproducción entre otras… Se habrán aceptado las imperfecciones del otro y se habrán desarrollado habilidades para solucionar los conflictos y diferencias que surgen en toda relación, basándose en la comunicación, el respeto, la sinceridad, la capacidad de negociar y llegar a acuerdos, etc… En este momento la pareja se dedica a expandirse, se comparte juntos pero también se apoya el proyecto personal del otro para que pueda desarrollarse como individuo, se retoman otros intereses más personales que no son compartidos bajo el prisma de la tolerancia y el respeto y en general se entra en una etapa de equilibrio cuyo principal enemigo será la monotonía y la rutina que la pareja tendrá que combatir con su ingenio….
En esta transición de una etapa a otra, muchas parejas hacen ya su primera crisis de pareja confundiendo “el amor” con esta fase de enamoramiento o “amor romántico” que he descrito, en cuyo caso la persona se sentirá desencantada cuando tenga que afrontar la nueva etapa de “amor maduro” y creerá sentirse desenamorado al ceder la intensidad de los sentimientos iniciales y la aparición de los primeros conflictos… Se trata de personalidades afectivamente inmaduras, que buscan vivir permanentemente en este estado de enamoramiento inicial (lo cual es imposible en una relación real) y que a la hora de la verdad son incapaces de establecer un vínculo más auténtico con “el otro” aceptándolo con sus diferencias e imperfecciones… En estos casos se hace muchas veces necesaria una intervención terapéutica para poder continuar con la relación en términos más realistas…
Los momentos más críticos, y por lo tanto más proclives a las “crisis”, en la vida natural de una pareja que ha logrado superar la primera etapa de “amor romántico” y ha sido capaz de evolucionar hasta un “amor maduro” coincidirán con los momentos de mayor “cambio vital” en su trayectoria, ya que los cambios requieren de un proceso de adaptación que no siempre los dos miembros de la pareja lograrán superar al mismo tiempo. Cuando uno de los dos miembros de la pareja esté teniendo dificultades para adaptarse a dichos cambios la crisis estará servida y su resolución favorable o no dará lugar a un mayor crecimiento de la relación o en el peor de los casos a una ruptura… Son momentos especialmente críticos en la vida de una pareja por este motivo el inicio de la convivencia, el nacimiento de los hijos y la emancipación de los mismos…
La convivencia diaria pondrá de manifiesto todas las diferencias que la pareja tiene entre si, y pondrá a prueba la capacidad de la misma para solventar las mismas, encontrando soluciones negociadas a los conflictos teniendo en cuenta las necesidades de ambos miembros de la pareja… Si esto es así, la pareja será capaz de encontrar soluciones a los problemas dentro de un marco de tolerancia y respeto, en donde ambos miembros son conscientes de que tienen que ceder en algo pero también salir ganando en algo para que se mantenga el equilirio. Llegar a acuerdos supone ceder y hacer concesiones para encontrar terrenos intermedios en beneficio de la relación de pareja. Aquí la principal dificultad será mantener un equilibrio entre lo que “uno puede ceder en beneficio del otro sin llegar a perderse a si mismo”... Cuando complacer al otro y mantener la armonía supone renunciar de manera sistemática a nuestros deseos y necesidades más genuinos, solo podremos ir acumulando cada vez más insatisfacción personal dentro de la relación, lo que a la larga derivará en una profunda crisis personal y por extensiva de pareja…
Cuando la pareja fracasa en su habilidad para negociar y llegar a acuerdos para solventar las diferencias y los conflictos, unainterveción terapéutica puede ser muy útil para reconducir la relación antes de que la crisis se haga más grave y profunda…
El siguiente momento más crítico en la vida de una pareja suele ser el nacimiento del primer hijo, ya que se trata de un acontecimiento vital que va a cambiar todo el equilibrio establecido hasta el momento… Aparecen nuevas responsabilidades y tareas que hay que asumir y es de vital importancia que ambos miembros de la pareja se impliquen en el mismo grado. Cuando uno de los dos no asume esta nueva responsabilidad de la misma manera y deja todo el peso de la responsabilidad en el otro tendrá lugar una nueva crisis… También nos encontramos que es una etapa especialmente crítica porque las necesidades del infante hacen que se descuiden muchos aspectos de la relación de pareja en beneficio de la crianza y las relaciones sexuales se suelen ver afectadas por el cansancio y agotamiento. El principal reto de la pareja será mantener viva la relación y esforzarse en seguir encontrando momentos para disfrutar y compartir juntos, aquí el apoyo del resto de familiares en la crianza será de suma importancia para que la pareja pueda seguir encontrando momentos para dedicarse a sí misma…
Esta etapa es una de las más vulnerables a la aparición de “terceras personas”, bien porque uno de los dos no asuma la responsabilidad de la crianza y quiera seguir gozando de la libertad que tenía antes y busque fuera lo que ya no encuentra en su relación o bien porque el otro miembro se vuelque tanto en la crianza de los hijos que desatienda la relación y el otro busque fuera lo que su pareja ya no le ofrece… Las infidelidades en todos los casos son un síntoma claro de que algo no está funcionando, bien en la relación o bien a nivel personal en el miembro que es infiel y por lo tanto es uno de los momentos donde el apoyo profesional se hace más necesario para tratar de entender lo que está ocurriendo….
Otro momento especialmente proclive a las crisis es también cuando los hijos se independizan o hacen mayores y dejan de ser el centro de las preocupaciones de la pareja. Este es un momento donde la pareja se reencuentra, después de haber estado muchos años volcados en otras tareas como son principalmente la crianza de los hijos, el desarrollo profesional, la búsqueda de la estabilidad económica, etc… En algunos casos cuando la pareja se reencuentra en esta etapa se da cuenta de que ya no son los mismos o no han evolucionado de la misma forma, “ya no miran en la misma dirección”, ni pretenden las mismas cosas, en cuyo caso dará lugar a un profundo desencuentro entre los dos miembros de la pareja… Si esta finalmente no es capaz de encontrar nuevos puntos de unión, ni proyectos comunes que les hagan seguir juntos, (solos o con ayuda terapéutica) comenzarán a darse cuenta de que ya no tiene sentido seguir la relación una vez los hijos se han emancipado… Por el contrario si la pareja logra superar este momento se preparará para afrontar la senectud en compañía del otro…
He descrito los momentos más vulnerables en la evolución natural de la vida de una pareja, pero eso no quiere decir que no existan otros factores desencadenantes de una “crisis” debido a otros acontecimientos vitales externos totalmente diferentes, como puede ser una enfermedad, el paro o stress laboral, un crisis personal en uno de los miembros de la pareja, problemas económicos, la monotonía y el aburrimiento, etc…
En todos los casos cuando detectemos que estamos atravesando una “crisis en la relación de pareja” puede ser muy útil acudir al Psicologo Clinico, especialista en Terapia de pareja, para que nos ayude a entender el origen de la misma y tratar de ponerle remedio lo antes posible… El Psicólogo especialista en Terapia de pareja trabajará con ambos miembros para tratar de dotarlos de mayores recursos y estrategias para afrontar la misma, así como solventar las diferencias y conflictos existentes entre ellos, tratando de llegar a acuerdos y soluciones intermedias que contemplen las necesidades de ambas partes o, en el peor de los casos, para darse cuenta de que estas diferencias se han hecho tan insalvables que ya no tiene sentido seguir afrontando la vida juntos, en cuyo caso el Psicólogo Clínico ayudará a la pareja a afrontar la ruptura y separación con el menor coste emocional posible….
Fdo: Rosa Maria Pardueles, psicólogo especialista en psicología clínica y psicoterapia, directora del centro de Psicólogos Móstoles Constitución, más de 20 años de experiencia en tratamientos y terapias psicológicas
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